Sí, la de arriba soy yo :)
Pensaba saludar el año nuevo sin mucho decoro, pero no.
En estos últimos días en los que he estado en peleas contra las mesas mudas de restaurante, el rito del pulgar deslizante antes de dormir y justo después de abrir de nuevo los ojos, y el porte de un órgano adicional en el bolsillo, hay rounds que no los gano y cedo: tomo el celular (una gran parte de mi así lo desea). Allí veo noticias de asaltos, de quemados, etc. producidas en serie; también memes e imágenes virales de perros, gatos y hasta ovejas bailarinas, del año viejo, chistes de cuánto engordamos los que celebramos la navidad –y los que no- en esta época; veo fotos en la playa con sus respectivos hashtags...”#sun”, “#beach”, “#happy”, “#vacations”, “#”, “#”, “#”…
Veo todo esto y más, pero quizá lo que más disfruto es encontrar en redes sociales links de blogs llenos de letras. Quizá esa es una de las cosas por las que me alegra perder algunos de esos rounds con el nuevo órgano del milenio, ver frases y párrafos que reconstruyen recuerdos, sueños, ansias de congelar pensamientos, historias, opiniones, o lo que sea, antes de que se los lleve el tiempo y nuestra mala memoria. (A propósito de ella –de la memoria, les recuerdo por si las moscas- pienso que cada es peor pues a veces el papel de observar lo que nos rodea lo reemplazamos con la toma de una fotografía para preservar el momento, a la grabadora –en el caso de los periodistas- le delegamos el papel de escuchar realmente a nuestros entrevistados, le ponemos el gran papel y función esencial del hombre del diálogo a la mensajería instantánea, reduciéndose ella a un simple intercambio de signos, frases cortas, okays y jajajas, -por eso adoro los mensajes de voz de WhatsApp-. Pero esto no va al caso, continuemos.)
Volvamos al inicio. Les decía que “pensaba saludar el año nuevo sin mucho decoro, pero no”. “Pero no” porque esas letras valiosas que he encontrado me hacen querer reivindicar esta actividad que amo. Por eso, ahora estarán algunos aquí, dándome gusto y pasando los ojos, “las vistas” como dirían otros, por mis propias letras…gracias a todos ellos.
Empecemos pues este año con decoro, no sin antes elogiar estos 365 días que acaban de pasar. Gracias a ese lapso me enamoré del oficio más bonito que hay -no se ofendan, para mi es el más lindo-, el periodismo. Tuvimos un amor apasionado –el periodismo y yo- en el cual engendramos, no sólo este blog, sino seis niños de papel, seis ediciones del periódico cultural del cual me siento orgullosa de haber hecho parte, Nexos. Cada uno tuvo pataletas, berrinches y hasta enfermedades distintas mientras se iba “cocinando”, o más bien “criando”, para seguirlos envolviendo en el cuento del parto y el enamoramiento. Los sufrí y los adoré, a cada uno. Por cada uno de ellos ahora tengo una palmera de cerca de diez canas de cinco centímetros en la coronilla, que a pesar de arrancármelas, vuelven a crecer. Cuando me vean, siéntanse con tranquilidad de mirarme la cabeza… Pero finalmente estos niños de papel crecieron saludables y se repartieron por muchos lugares del país, mostrando el talento de ilustradores, cronistas, columnistas, estudiantes, poetas malditos, pseudointelectuales e intelectuales que tuvieron sólo una condición para dotar de vida a cada edición: amor por lo que hacen.
Y mientras estos chicos letrados viajaban por Colombia, yo tuve la oportunidad de volar –física y espiritualmente- a dos de los lugares del mundo con los que soñaba, pero solo creí que iría “cuando fuera grande”: Turquía y Holanda. De ellos absorbí por cada uno de mis poros y sentidos sus colores, formas, paisajes, rostros, cultura, sabores, música, historia y arquitectura, tan distintas entre ellas, pero tan mágicas en la misma medida. Pasé de estar en mezquitas bajo un sol intenso a días lluviosos caminando por canales y casas estrechas y alargadas de color café; de tardes y noches viendo partidos del mundial tomando té de manzana a noches frías en el Barrio Rojo y coffee shops en el centro de Ámsterdam; de sentirme enamorada por un día del dueño de un café en Estambul a experimentar la introspección en la que sólo se está al hacer un viaje en solitud, como en Holanda.
Por todo ello pasé al final logrando lo que más valoro de los viajes: las historias, el crecimiento personal e intelectual, el conocimiento de uno mismo y de los compañeros de viaje que sólo develan su verdadera personalidad en esas circunstancias.
2014 también me hizo trecho para 2015. Ahora me espera un lugar increíble, en el que pasaré seis de doce meses aprendiendo y conociendo personas que tienen lo más bonito que puede arrobar al ser humano: la pasión. Ese lugar portador de arte, cultura, gente que brilla y proyectos para transformar el centro y la ciudad es el Teatro Pablo Tobón. Así que, si a alguien le interesa, ya sabe dónde encontrarme.
El resto del tiempo culminaré un capítulo de mi vida en el que una niña tímida ha logrado hacer metamorfosis en una persona despierta y curiosa: la universidad. Verán en doce meses las fotos de Valeriana con toga y birrete, pero lo que no van a ver –se los cuento de una vez- es una incertidumbre y ansiedad irresistible, no porque no sepa para dónde voy y esté perdida en el vacío, sino porque quiero estar en muchas partes al mismo tiempo… ¡o quizá ambas!
Para no extenderme más, ni aburrirlos, ni hacerme a mí misma un cronograma de actividades para este nuevo año, pues como les decía “pensé que saludaría el nuevo año sin mucho decoro, pero no”, mi 2015 tendrá unos hashtags (para no salirme de la moda) clave: #bici, #perros#, #arte, #veggie, #esperoirbienconloshasthags, #viajes, #amor, #amistad, #deporte, #blessedandfortunate (no me crean, este era jodiendo y no sé escribirlo), #yacasiacabo, #vivaelcentrodemedellin y #¡VIVALAVIDA!
Feliz año para todos!